Incluso por un momento, por muchos, por todos. Por todos aquellos momentos que me presenté ante la vida con la idea campal de que no me derrotaría para nada, que estaría muerta de la risa y antes de eso, arrodillada nunca.
Desde que lo sé, siempre he ido contracorriente, siempre fue ese tipo de persona que estaba harta de nadar en aguas profundas sobre un tema en específico porque me terminaba aburriendo. Es como ahora que mantengo mis relaciones amistosas, familiares y amorosas (cuando las tengo) por un lapso breve de tiempo. Mi familia me representa confort después de un tiempo, porque siempre me recuerda que aún soy la "niña de la casa", mis amistades me recuerdan que soy un ancla o pilar o lo que sea que les represente, ¿ven ahora los extremos? Mis relaciones amorosas, las mantengo a distancia y les dejo ver lo suficiente para que logren quererme y para lograr quererlos. Soy hermética. No dejo que la gente se me acerque tanto, ni tan profundo, se irán de todos modos ¿no?
Incluso cuando les cuento todo de mí, no logran entrar a la mitad del pasillo. Soy buena persona para mantener relaciones a flote y mala persona cuando se necesita que me deshaga de esos lazos. No sé si sea practicidad, frialdad o si todavía estoy divagando entre lo que pienso y lo que siento. Se me complica eso de poner en orden mi interior. Solamente lo hago cuando concienzudamente me cuestiono a mí misma sobre algo que me inquieta y siempre que lo hago, lo hago frente al espejo. No puedo mentirme a mí misma, sólo puedo disimular.
Y por qué "oveja negra". Simplemente porque me parece más fácil ir contra corriente. Es como si se presentara un reto y el sacrificio me supiera a gloria, aunque lo único que sacrificio es guardarlo todo en silencio.
Para mí mamá, antes de ser esa "hija admirable", fui una rebelde que todo por un oído le entraba y le salía por el otro.
Para las monjas, aquella niña que supuestamente pedía amor pero, detestaba los abrazos. Porque no sabía darlos y hasta hoy, soy selectiva con ellos.
Para los demás, la que no encaja pero ahí está.
Todos los días que necesito una respuesta a mis inquietudes practico un juego que me enseñaron las monjas. La diferencia es que ellas usaban la biblia y yo, un libro al azar, porque todos los libros siempre tienen algo que decir. Recuerdo que la madre Naty decía, "en el momento en que abres la biblia, esta empieza a hablar contigo. Siempre tiene un mensaje para ti. Todos los mensajes son diferentes, puesto que es a libre interpretación y necesidad".
Yo hago lo mismo, tomo un libro al azar y lo abro en una hoja, elegida también al azar. Hoy lo volví a hacer porque necesita una línea, un párrafo, un capítulo que me llevara a pensar. Y leí, "la verdad es dura para aquellos que la saben y les duele porque les hiere hasta el centro". Esto me decía mucho de lo que sentía ayer y con lo que me dormí pensando, porque en el pasado no hice nada. Yo sabía que todo ese peso iba detrás de mí y quise dejarlo a un lado, dejarlo pasear alrededor de mí mientras crecía a cada momento. Y entendí que hacer nada, es hacer algo que no me lleva a nada. Al final, estaba sola. Con mi rebeldía. Porque puedo seguir las reglas ante la burocracia pero ante la vida, siempre he mostrado la espalda.
Al hombre que amé tanto, le di la espalda. A los sueños que tuve, los he domado a mi antojo y todo lo que se supone normal, siempre encuentro la manera de que no tenga sentido. En fin, yo misma me he cortado las venas por placer y de todo eso, apenas estoy aprendiendo a curarme las heridas.
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