La situación se ha prestado para enterrar los pies sobre la tierra. Todos aquellos pájaros que alguna vez cantaron en primavera se han escondido en los árboles, se han escondido de los murmullos del cielo y no queda más que un puñado de realidad.
Por alguna razón, la sonrisa se ha marchitado y defender el futuro se ha vuelto una prioridad única. A veces tan hermoso y a veces, tan insensato. ¡Alerta, alerta! Las trincheras del estado de ánimo grisáceo aún siguen apuntando hacia ese invierno tan deseado. Y no sé si me apuntan a mí o a todo aquello que deseo.
La postura del líder es mantener el fin en mente y lo único que se me ocurre es, mantener más trabajo del que ya tengo. La simple idea de tener una fuga de realidad, es inaceptable. Una vez que se va, todo lo demás está perdido y he tenido más pérdidas desde que comenzamos la guerra hace tres semanas.
Sigo negociando, los veo negociar pero, no sé si están negociando o juegan a...
Buscan y entre sus búsquedas, los veo desplazarse fuera del punto de encuentro. Se han perdido y la brújula no está funcionando. Mi General se ha derrumbado en el fango y ninguno de sus soldados es capaz de levantarlo, tal vez por miedo o por respeto. Estoy más que segura que es lo primero. Me sigue mi mano derecha y la izquierda ha sido apuñalada.
El aprendiz a soldado quiere bombadear toda América y declara la guerra a todos los pueblos que va. Lo escucho hablar y quisiera enterrarle un cachimbazo en la boca pero dentro de los estatutos de la diplomacia, eso no está acorde. Veo a mi almirante dando pasos dudosos en el camino de la desolación y le hablo tantas veces como puedo para que regrese a la luz.
Y el último en ponerse en aprietos, es el Coronel, lo veo embarrado en la pared, tratando de fundirse con el cemento. A veces habla demasiado, parece estratega pero cuando en el mapa la cosa se pone difícil, es el primero en desaparecer.
Y luego estoy yo, se supone que soy la líder pero parezco madre, psicóloga y esa maestra loca que pone a los niños a correr cinco veces la manzana de la escuela.
Parezco ese recordatorio horrendo de todos los pendientes por hacer y no hago nada más que tratar de armar al pelotón. Supongo que eventualmente, la granada que pongo en mis manos, sería una metáfora de lo que realmente soy. Cada noche antes de dormir, inhalo y exhalo y cuento...