El Búho
Dara estaba sentada sobre la mecedora en
el jardín como todos los días solía hacerlo, vestía un pijama rosa de dos
piezas junto con una bata del mismo color, descalza, con la mirada perdida mas
allá de la pared. Se encontraba en una situación que la tenia pensando una y
otra vez en la misma escena, el mismo sueño, ¿realmente era un sueño? ¿Una
pesadilla? ¿O era la realidad? Cualquiera que sea, no podía sacarlo de su
mente, estaba estancada, confusa y en cualquiera de las tres opciones, era tan
real. Había soñado hace más de tres semanas lo que la ha llevado a la soledad a
tiempo completo y a internarse en sí misma.
No sabía
si realmente se estaba volviendo loca, perdida entre la realidad y la fantasía.
Esas noches en las que se encontraba en un laberinto sin salida, solo podía ver
luces que venían de todos lados sin saber exactamente la razón por la que se
encontraba ahí. Caminaba temerosamente y por las esquina de cada pasillo solía
acercarse lentamente tratando de encontrar algo o alguien. Nunca encontraba
nada. Continuaba en la búsqueda de alguna puerta que la llevara a una salida
pero, ¿cómo encontrar la salida en un lugar donde no ha estado nunca? ¿Hacia
dónde la llevaría? ¿Y por qué? Nunca sabía la respuesta.
Era
tanta su aflicción que dormía solo para soñar lo mismo hasta poder encontrar
una respuesta. Había noches en las que no soñaba nada, otras en las que no era
el mismo lugar pero, en ese estado de sueño, el más profundo, era cuando
realmente podía entrar en ese mundo lleno de dudas y soledad. En los días no
paraba de pensar, no existía la sociedad, la vida, ni las apariencias… era solo
ella y su sueño. Eran semanas en las que un baño no calmaba las ganas de saber
cuál era el misterio que dominaba el sueño, que era lo que tenía que saber o
buscar, que tenía que encontrar, era un aviso sobre la realidad o algo que
perturbaba su mente. Los psicólogos no la podían ayudar, no la entendían o ella
no sabía explicarse, no expresaba las palabras adecuadas o no existían.
Esa
noche decidió que sería la última en soñar la misma escena, estaba cansada y
perdió mucho tiempo solo por encontrar una respuesta que llevaba a mas preguntas
sin resolver. Se acostó en la cama viendo al techo, acomodó sus sabanas y
finalmente suspiró. Afuera se estaba cayendo el cielo en una gran tormenta,
parecía el momento perfecto para dormir y lograr adentrarse en su propio
subconsciente, cerró los ojos, inhalo y exhalo profundamente y trató de dormir,
hasta que… escuchó unos ruidos, abrió los ojos enormemente y observó su
habitación. Todo parecía normal. Escuchó unos pasos a lo lejos fuera de su
habitación, su corazón palpitaba energéticamente, podía escuchar sus propios
latidos en su cabeza, así como su respiración agitada. Se levantó de la cama,
camino hasta la puerta, tocó la manija y pensó dos veces antes de intentar
abrirla.
En su
mente había una batalla interior entre regresar a la cama y saber lo que estaba
pasando afuera. Era irónico que en sueños buscara el misterio y en la vida real
se echara para atrás, abrió la puerta y salió inmediatamente hacia al
pasillo…La sorpresa… era el mismo pasillo que había visto en sueños, era
sorprendente y a la vez tenebroso, escuchó unos pasos, siguió el sonido y como
era predecible, en cada esquina del pasillo se acercaba lentamente para ver si
había alguien o “algo”. Continuó caminando, de repente se encendieron las
mismas luces, el mismo pasillo, la escena… esta vez no se quedaría con la duda,
apresuró el paso y al encontrar la primera ventana encontró algo más, un búho.
El animal la observó profundamente, la
había desnudado con la mirada, vio mas allá de sus ojos; ella sintió que le
habían robado el alma, el aire era denso y le costaba respirar, el miedo se
apoderó de su cuerpo y ella no era la misma. El búho estiró sus alas hasta que
lentamente se perdió en los destellos, es ahí cuando supo que lo que seguía no
sería algo bueno, caminó buscando por donde salir, una puerta o una ventana,
pero era un laberinto sin salida, una ratonera.
Escuchó pasos profundos acercándose a ella, el miedo la envolvió, sus
nervios estaban colapsando y lo único
que le quedaba por hacer fue gritar…
Sus
gritos desenfrenados e histéricos la despertaron en su cama, sudorosa y con sus
ojos llenos de temor. Ahora lo entendía todo, buscaba respuesta a lo que no
quería saber, nadie deseaba hacerlo. Todas las noches eran iguales, las mismas
luces, el pasillo y la respuesta, no podía decirle a nadie lo que había visto,
su familia la creería loca. Respiró profundamente, se acostó de nuevo, cerró
los ojos y al abrirlos, la poca luz que entraba por la ventana y se reflejaba
en la pared mostraban una sombra muy familiar para entonces, volteó a ver a la
ventana y vio al búho parado en la ventana observándola. Escuchó pasos y supo
que vendrían por ella, a pesar de no saber quien vendría, su mirada estaba
atenta a la puerta hasta que en la ventana alguien se había posado, era una
imagen deforme que no había visto nunca… Un hombre o si se podía decir así con
cabeza de león, cuernos de cabra en la frente, con garras en vez de pies, alas
de águila y cola de escorpión estaba observándola. Su corazón se congeló y lo
primero que emanó de su boca fue un grito profundo y agudo.
Despertó
de nuevo y supo que había sido una pesadilla, lagrimas de alivio brotaron en
sus ojos, la calma llegó de nuevo. Esa noche no pudo dormir y al salir el sol
se sentó en la misma mecedora con la misma pijama, observó más que la pared,
recorrió toda su casa como nunca antes lo hizo y esa misma noche al acostarse
llevó consigo un revolver, al poner la cabeza en la almohada colocó el arma en
la sien, ya no podía pensar, jaló el gatillo y una brisa de sangre pintó la
pared mientras un búho por la ventana observaba al cuerpo sin vida de
Dara.