Esto no es realismo mágico, ni es un relato de ficción... Es más personal y puede ser compartido porque es una realidad en la sociedad. Cambiaré nombres por obvias razones...
El otro día estaba sentada en las bancas de mi escuela, me encontré con una conocida y empezamos a platicar de cuestiones escolares. La conversación estaba muy interesante, me gusta platicar con personas que a duras penas me conocen porque tienes algo que contar. En realidad, me vuelvo un libro abierto, si saben preguntar.
Entonces, llega un amigo llamado Fred, que, "sin ton ni son" saluda y se acomoda. Por un momento, la conversación con Fiona muere e intento recuperarla aún con la interrupción abrupta de Fred. Él empieza a interactuar con nosotras y comienza el tema de las opciones que tenemos (entre él y yo) para mudarnos juntos. NOTA: NO SOMOS PAREJA, NI NOVIOS NI CUALQUIER RELACIÓN DE MODALIDAD MODERNA QUE IMPLIQUE QUE SEAMOS ALGO MÁS QUE AMIGOS. Necesitaba hacer esa aclaración. Así que Fiona pregunta: "¿Son pareja?". Él contesta: "Si, pronto nos vamos a casar". Yo: No, seremos "roomies". Ella entiende el tema y lo deja por la paz. Él, en cambio, continúa con: "Ya quisiera ella que me casara con ella" (Yo: ¿QUÉ?). Respondí en broma: "Tú quisieras que yo quisiera". Me responde: ¡Ja! Ya estás muy vieja... (Me reí porque sé que le gusto y me ha dejado analizando que esa mudanza es mala idea). Respondí: vieja pero, aún me veo joven.
Y esa conversación me regresó a otra que tuvimos anteriormente, donde él me llamaba "Damisela/ princesa/ etc.". Después esa me regresó a otra en la que él me decía: "Cuando tenga mucho dinero voy a comprarte (inserte lo que se le dé la gana aquí)"; en esa ocasión, respondí: "Si yo quiero un dragón, un castillo o lo que sea, yo puedo trabajar por ello".
Y esta me regresa a la misma, donde "reta" que no me burle con lo del matrimonio porque podría terminar casada con él. Y me dejó pensando: De verdad, ¿tengo cara de "mujer florero"? Pero, no lo culpo. En esta sociedad, cada quien trata de sobrevivir a las crisis cómo puede y cómo sabe hacerlo. El muchacho tiene 21 años y yo, como lo he contado en otras ocasiones, tengo 29.
La verdad, noté muchas cosas que a su edad yo hubiera aceptado, no por necesidad o comodidad, sino porque es una manera de "cortejar", que te digan que te van a comprar X o Y cosas. Y aún a esa edad, seguí desechando pretendientes y propuestas matrimoniales, porque no consideraba a mis 18 años (fue la primera propuesta que tuve) verme casada y con hijos. Estaba en la preparatoria y pensaba estudiar la universidad. Después de esa, llegó otra propuesta y luego, otra; después otra propuesta de matrimonio y en todas dije "NO". No puedo culpar a todos esos hombres por realizar semejantes propuestas de vida pero, tuve y aún tengo mis razones:
Fui criada por una madre soltera que siempre me platicaba sobre superación personal, obtener todos los estudios posibles, conseguir un buen trabajo, por ende, un buen sueldo. Me enseñó tareas domésticas pero, me dijo que no era lo único que existía para una mujer. Me enseñó a defenderme y a estar atenta en el mundo de los hombres. Con el tiempo me dijo "nunca te cases", "no tengas hijos" pero, al final, ella sabía que eso era, es y será mi decisión. Cuando tuve parejas formales y fracasos amorosos, hablaba conmigo para decirme qué y qué no se debe hacer en una relación para no fracturarla, no condicionarla ni destruir a la otra persona. Mantener la salud mental, emocional, física y sentimental en equilibrio. Me enseñó a priorizar metas, responsabilidades y personas.
Sé que muchas de mi género han condicionado el amor para los hombres y muchos hombres han ofrecido bienes por el amor de las mujeres, como un negocio. Pero, es una culpa compartida, uno por ofrecer lo que no le han pedido y la otra por ponerle un precio a su "amor". Muchas personas viven juntas así, por acuerdo económico. Cada quién conoce las razones de semejante sacrificio. Y lamento que se haya generalizado esa idea, en ambos géneros.
La otra razón, considero, desde que me hice la idea de algún día casarme, que ese sería un acto muy importante. No mentiré, quería casarme joven pero nunca lo hice porque no estaba segura de querer estar con alguien que no me dejaría crecer o cumplir mis metas personales. Yo, creo en el matrimonio entre dos personas que se aman, que tomaron esa decisión de por vida y, entiendo que requiere mucha madurez. No es sólo un acto de locura, es de fe, aceptación y confianza hacia el otro para permanecer muchos años. Es un acto de amor y no de algo efímero.
Sé lo quiero con mi vida. A estas alturas, no voy a dejar entrar a alguien que cree que no podría lograr nada por mí misma o que cree que jugando a "la ley del monte", podría conquistar a una mujer. No voy a aceptar a una pareja que es menor que yo, no sólo en edad, también en madurez, como para pensar que "cortejar" (molestando) como en secundaria, va a funcionar con alguien como yo. No tengo el tiempo, ni la paciencia para esos juegos.
Fred confunde mi rostro (que aún se ve joven) con mi madurez mental. Muchas personas se olvidan de mi edad al verme y creen que pueden jugarme la vuelta. Creen que lo que funciona con muchachas de 20-22 años funciona con alguien de 28-30 años. Consideran que por adaptarme a sus conversaciones, bromas y juegos, no entiendo nada de la vida y que puedo llegar a ser moldeable, sumisa.
Creo en tener una relación sana, que obvio no será perfecta pero, en donde ambos podamos crecer y progresar. No estoy buscando a alguien que me mantenga o haga todo por mí y para mí. No busco un sumiso ni alguien que me domine. Estoy en la búsqueda de alguien que sepa lo que quiere y que me quiera, que me ame aunque estemos alcanzando otras cosas. Lo he dicho antes, espero encontrar a un hombre a quien yo pueda admirar y me motive a ser mejor, porque lo veo luchando día tras día. Alguien que me impulse y sea mi apoyo, así como yo espero serlo. Alguien en que yo pueda decir "Si tú puedes, yo también. Y si yo puedo, por supuesto que tú también".
Y como última razón, estoy muy segura de que no me he estado quemando las pestañas, que no me he estresado, alejado de mi familia y aguantado soledad para que mi título profesional sólo ocupe un espacio en la pared de la casa de mi madre, sin hacer nada en lo que me preparé por cuatro años, para terminar siendo lo que otro quiere que yo sea para él.