miércoles, marzo 06, 2019

El fin de mi Blogger

Tengo que ser honesta. No he tenido tiempo y medio leí las políticas de Google sobre ciertos aspectos que irían a desaparecer. Uno de esos fue, "compartir", cosa que ya no existe y que extraño tanto, y por otro lado, que me la paso fuera de casa por mucho tiempo. Estoy fuera desde las 9 am y regreso a las 8:30 pm., así que, es muy complicado tener la pasión por escribir a lo alto cuando aún llegando a casa tengo cosas que hacer. Es una pena, es un gran cambio pero, todo es para el progreso y término de una nueva etapa. 
Aún así, seguiré publicando ciertos relatos y re-publicando relatos que algunos de ustedes leyeron anteriormente aquí. Algunos serán reeditados y otros quedarán por la paz. Así que les comparto el link de mi Wordpress, por si me quieren seguir de ese lado. No sé, en algún momento tendré que publicar algo nuevo. 
Tuve momentos maravillosos escribiendo para ustedes y para mí, sobre lo que aprendía, me imaginaba y por lo que pasaba en esos días. 
En los próximos seis meses estaré atareada con muchos planes y procesos. Todos para bien. Voy a tener muchos cambios de modalidad (ya no seré estudiante), mudanza y otras metas. 
Agradezco que me hayan leído en 145 entradas de Blogger. Estoy muy, muy agradecida por sus visitas y espero tengan el tiempo para leerme en Wordpress y también, si quieren que hable de algún tema en especial o que me invente algo, voy a tomarme mi tiempo pero, puedo complacerlos. Espero lograrlo. 

Aquí está el link https://wordpress.com/stats/day/alesblogonline.wordpress.com

¡Gracias, otra vez! 

¿Dignos?




Hace dos días escribí algo llamado "Lilith" y parece que el mundo no lo disfrutó.
Realmente era diferente pero, no como para merecer semejante desprecio. Supongo que no estoy preparada para ser tan retórica o para manejar tan bien cierto temas que han sido controversiales. Lo cual no hace que deje de escribir, aunque siento que en la otra plataforma cambio mucho la manera en la que escribo, es como si tratara de impresionar a alguien y no, la escritura no se trata de impresionar a nadie. Es como si cambiara de modalidad cuando estoy tratando de ser sincera, pero, parece poema y a mí, me chocan los poemas.


viernes, febrero 08, 2019

¿Quién?

Me he liberado pero, parece que me hubiese acostumbrado a estar encadenada a muchos sentimientos austeros. Me carcomían, me pesaban y me detenían. Vi muchos rostros y de repente, esos no significaban nada. 
Sólo uno de esos me da paz, como si el mundo se detuviera un momento, aunque ahora no tengo claro si es eso lo que realmente necesito. Verán, tengo una mezcla de adormecimiento del corazón, como que no siente nada y luego, la nada se vuelve todo un mundo de dudas. 
He visto muchos rostros y he intercambiado palabras pero, no sé si sus palabras pesen o son livianas como la paja. Me siento confundida, aunque sé que no es confusión. No, no, no. No es enamoramiento, no es amor, no es tristeza ni depresión. 
No puedo explicarlo. Y no es que me sienta perdida, tal vez, mis pensamientos están brotando a borbotones, hacen mucho ruido por dentro y cuando pretendo buscarlos sólo encuentro silencio. 
Es este, es aquel, es el otro o el que le sigue. ¿Quién sigue? Cada vez que quiero encerrarme en mi propio silencio para saber qué pasa por dentro, no encuentro nada. ¿Me lanzo al abismo por azar? Al final, tendré que tocar fondo, pero ¿qué fondo? No es sólo caer. Si me lanzo a la ley de la idiotez, no tendré remedio que volverme a remendar las ideas. 
Pensar con la cabeza, estoy siendo realista. Estoy viendo qué voy a ganar y qué voy a perder. Pensar con el corazón, la cuerda imaginaria me arrastraría hacia lo que anhelo con un escenario embellecido. ¿Quién está jalándome más fuerte? Cabeza o corazón, hagamos un acuerdo. Hagamos que todo desaparezca, dejar que florezcan, déjalos ser. Déjenme vivir, no sé a dónde me lleva la corriente y no es que no me importe, es que puedo ver si es a donde quiero ir.  


viernes, enero 25, 2019

Oveja Negra

Incluso por un momento, por muchos, por todos. Por todos aquellos momentos que me presenté ante la vida con la idea campal de que no me derrotaría para nada, que estaría muerta de la risa y antes de eso, arrodillada nunca. 
Desde que lo sé, siempre he ido contracorriente, siempre fue ese tipo de persona que estaba harta de nadar en aguas profundas sobre un tema en específico porque me terminaba aburriendo. Es como ahora que mantengo mis relaciones amistosas, familiares y amorosas (cuando las tengo) por un lapso breve de tiempo. Mi familia me representa confort después de un tiempo, porque siempre me recuerda que aún soy la "niña de la casa", mis amistades me recuerdan que soy un ancla o pilar o lo que sea que les represente, ¿ven ahora los extremos? Mis relaciones amorosas, las mantengo a distancia y les dejo ver lo suficiente para que logren quererme y para lograr quererlos. Soy hermética. No dejo que la gente se me acerque tanto, ni tan profundo, se irán de todos modos ¿no?
Incluso cuando les cuento todo de mí, no logran entrar a la mitad del pasillo. Soy buena persona para mantener relaciones a flote y mala persona cuando se necesita que me deshaga de esos lazos. No sé si sea practicidad, frialdad o si todavía estoy divagando entre lo que pienso y lo que siento. Se me complica eso de poner en orden mi interior. Solamente lo hago cuando concienzudamente me cuestiono a mí misma sobre algo que me inquieta y siempre que lo hago, lo hago frente al espejo. No puedo mentirme a mí misma, sólo puedo disimular. 
Y por qué "oveja negra". Simplemente porque me parece más fácil ir contra corriente. Es como si se presentara un reto y el sacrificio me supiera a gloria, aunque lo único que sacrificio es guardarlo todo en silencio. 
Para mí mamá, antes de ser esa "hija admirable", fui una rebelde que todo por un oído le entraba y le salía por el otro. 
Para las monjas, aquella niña que supuestamente pedía amor pero, detestaba los abrazos. Porque no sabía darlos y hasta hoy, soy selectiva con ellos.
Para los demás, la que no encaja pero ahí está. 
Todos los días que necesito una respuesta a mis inquietudes practico un juego que me enseñaron las monjas. La diferencia es que ellas usaban la biblia y yo, un libro al azar, porque todos los libros siempre tienen algo que decir. Recuerdo que la madre Naty decía, "en el momento en que abres la biblia, esta empieza a hablar contigo. Siempre tiene un mensaje para ti. Todos los mensajes son diferentes, puesto que es a libre interpretación y necesidad". 
Yo hago lo mismo, tomo un libro al azar y lo abro en una hoja, elegida también al azar. Hoy lo volví a hacer porque necesita una línea, un párrafo, un capítulo que me llevara a pensar. Y leí, "la verdad es dura para aquellos que la saben y les duele porque les hiere hasta el centro". Esto me decía mucho de lo que sentía ayer y con lo que me dormí pensando, porque en el pasado no hice nada. Yo sabía que todo ese peso iba detrás de mí y quise dejarlo a un lado, dejarlo pasear alrededor de mí mientras crecía a cada momento. Y entendí que hacer nada, es hacer algo que no me lleva a nada. Al final, estaba sola. Con mi rebeldía. Porque puedo seguir las reglas ante la burocracia pero ante la vida, siempre he mostrado la espalda. 
Al hombre que amé tanto, le di la espalda. A los sueños que tuve, los he domado a mi antojo y todo lo que se supone normal, siempre encuentro la manera de que no tenga sentido. En fin, yo misma me he cortado las venas por placer y de todo eso, apenas estoy aprendiendo a curarme las heridas.  

  

miércoles, enero 23, 2019

Tocando fondo




No sé cómo todo se me salió de las manos, creí que podría con toda la presión y parece que sobrestimé mis capacidades. La vida se está encargando de darme una gran lección y quisiera saber a quién echarle la culpa, no es sólo de ella, yo también le ayudé a enterrarme en el fango.
Ahora estoy tocando fondo con lágrimas reprimidas, preguntándome si algún día dejaré de hacerme daño. No sé cómo me senté a ver mi propia destrucción mientras disfrazaba mis preocupaciones con nuevos planes, que al fin y al cabo, no podría cumplir sin acabar lo primero.
Ha sido a tal grado que, incluso, voy aceptando mi suerte. No peleo. No discuto y sé que maldecir ya no es suficiente… y, ¿a quién podría maldecir? La única que podía decir sí o no a todo, era yo. Enojarme conmigo misma no me ayudará y lo que requiero es tiempo, el que no tengo.
El mundo se sigue moviendo mientras yo pido una pausa. Una que no me merezco y que suplico tener. Victimizarse por lo que yo misma provoqué sólo me demuestra mi mediocridad. Que no estoy preparada para el mundo y que me quedó grande el ejercicio de vivir de una manera realista.
Me puse la soga al cuello, sonriendo, porque el suicido hubiera sido muy aburrido si terminábamos de tajo con el asunto. En vez de amarrarla al techo, la até a la pata de la cama y como ancla, me dejé caer, no he decidido morir o soltarme de una vez. Aún sigo ahí, encerrada en mi propia idea de libertad.

domingo, enero 20, 2019

Mis cartas a Valladares (19, 20)

19


Recuerdas todas esas cartas que nos enviamos, esas escapadas antes del atardecer, mucho antes de que decidieras marcharte. El camino verde y pedregoso que cruzamos tantas veces y en el que dejamos marcadas nuestras suelas. Yo sé que lo recuerdas, tal vez de manera amarga, tal vez agridulce. Todas las peleas que por inmadurez tuvimos, las decisiones que tomé y que tanto tiempo te costó curar. Parece que la vida no es justa, Celestina, parece que no. Aunque lo he pensado tanto durante estos años y el justo no he sido yo, yo que nunca pude prometerte nada y que quería hacerlo. Que me fui por el camino fácil, por lo pactado y lo que parecía correcto. Cada vez que la veía a ella, deseaba que fueras tú...



20


Esta será la última carta en mi vida, algo me lo dice, algo me lo susurra todo el tiempo. Así están las cosas, ya no volveremos a ser lo que no logramos ser antes. Desperdiciamos tanto tiempo por inmadurez o juventud, ambas. 
El intento por repararlo lastimaba a otras personas, personas que estaban ahí sin conocer nuestra historia. Un pasado que aunque es bonito, llega a interferir con el presente. Su presente. 
Quedan muchas cosas por decir y qué logro hubiese sido, qué dicha, hubiese sido vivirlo. Me dolería menos una discusión sabiéndote a mi lado que esta ausencia que ingratamente me recuerda eso que no somos. Aquello que nosotros impedimos. 
La memoria es un camino pedregoso cuando se recuerda el andar.

He caído en cuenta de lo poco que te recuerdo aunque te escribo cada día, porque parece una costumbre mía el informarte de todo aunque no lo llegues a leer. 
Y puede llegar a ser que estas sean las últimas cartas que te escriba, porque me pesan los años y se va llevando de a poco la vista, el oído, la fuerza, la vida. Y después de tantos sinsabores, sé que no moriré sola. Habrá alguien que cierre mis ojos y, por fin, descanse de tanta pesadumbre que me trajo tu existencia. Me costó muchos años resolver por mi cuenta, me costó resolverte, una carga que otros me ayudaron a soportar.

Es difícil decir adiós, porque lo he hecho tantas veces y contigo. Siempre desde que inicié me costaba mucho decirte adiós. Porque eras ese mal innecesario que tanto acepté, del que me acostumbré y ahora, varios años después, puedo decir adiós una última vez. Porque será el último. 

Supe, desde que pude recordar el incidente, quién se había apartado de mí y quién había usurpado su lugar. Ahí desterré tu nombre y lo aceptaste. Te dolía. Pensé que no podrías vivir con eso. En cambio, pasaste años usurpando esa identidad que yo misma te puse. Convenciste a nuestros hijos, a tus nietos. Me supusiste senil, pero, no sabes lo que cuerda que he permanecido. Aunque llevamos una vida tranquila, lejos de todo aquello que conocimos, soportaste mi olvido. 

La venganza es dulce, mi amor, se saborea fría. Todos esos años viendo como me hacías a un lado por el bien de tus propósitos. Yo era aquella mujer que no tenía nada qué ofrecerte, porque de amor nadie vive. Era más fácil aceptar todo lo que estuviera en la bandeja de plata que te ofrecían aunque muchos sueños se esfumaran por lo que dirían lo demás. Te vi crecer, te vi engendrar y te vi en la cima. Me quedé ahí, porque ilusamente confiaba en lo que sentía. 

Después conocí a Rafael, me vio crecer, me hizo feliz y me casé con él. 

Verás, cuando fui a la carretera esa tarde, no te estaba buscando a ti, lo buscaba a él. Habíamos peleado porque encontró una de tus cartas y fue a buscarte mientras yo me quedaba desolada en la casa. Después de controlar el llanto, fui detrás de él y entre el humo te encontré. Esa vez te maldije que lo primero que pasó fue una explosión. Podría jurar que esa tarde Dios me castigó. Cuando desperté estabas a mi lado y por error te llamé "Rafael". Sólo me calmabas y tratabas de callarme. Convencías a los doctores de que eras mi esposo, que la explosión debió afectarme y que de ser necesario viajaríamos por el país en busca de una cura. Fue así como emprendimos el viaje, fue así como no dejé de llamarte por su nombre y no me faltaste nunca. 


Valladares, a expensas de mi muerte te regalo lo que tantas veces pronuncié. Te regalo el que lo leas, porque de mi boca no saldrá nunca más. Tantas cartas que tendrás que leer ¡que ojalá te alcance la vida! Te amé, por tantos años lo hice, aún con mis desaciertos. Aún con los castigos que te impuse, con las rabietas infundadas y las amenazas de irme de casa que nunca cumplí. Sólo así llegué a ser eso que tanto querías, eso que no era de la vista pública, que en nuestro entorno y mundo nunca se vería bien. Marido y mujer, unidos por la ley del tiempo. Malditos por ellos, benditos por nuestros hijos y santificados por nuestros nietos.



Con esta me despido, 
    La Celestina que aún te espera en el arroyo. 

   
  
FIN

  

martes, enero 08, 2019

Mis cartas a Valladares (15, 16, 17, 18)

15

Celestina,

Me quedé tan cerca de la muerte que a partir de ella tracé un camino que me llevara siempre hacia a ti, como el que nosotros dibujamos cada vez que nos encontrábamos. Son duros los recuerdos, muy duros. Cuántas noches me dormí pensando en ti y en todos los errores cometidos, pero, vaya que te has calado en mí. Parece que te llevara sobre mis hombros cada vez que voy a la guerra. Me pesa más tu memoria que mi revolver. 

Cuántos errores cometidos, tantos que voy a corregir a tu lado. 


Con amor, 
Valladares.



16

Estimada Doña Antonia,

Lamentamos informarle que su hijo, el H. Capitán Osvaldo Valladares ha fallecido en el altercado que se sufrió el día de ayer en la carretera hacia el pueblo. Nos ha sido imposible informarle antes, ya que se nos dificultó encontrar su cuerpo, desgraciadamente, sin vida.

Enviaremos sus restos para que pueda darle la despedida que usted considere conveniente. 


Atentamente, 
Municipio de San Marcos



17


Esa tarde, Celestina salió desesperada de la hacienda. Arrepentida, esa era una buena deducción. Desesperada, posiblemente. Lo que es seguro es que el corazón se le hacía añicos, como esa sensación de que cada vez se hace más pequeño, se encoje sin hacerlo. Se rompe sin parar de latir. Ese vacío apuñalado por el aire. Corrió hasta la carretera en gran llanto, mientras mantenía el puño cerrado con un trozo de papel entre los dedos. 
Se sentiría culpable, por todo lo que dijo y lo que no dijo. Temblaba y sentía un frío que emanaba desde dentro. Sudaba mientras se adentraba a la zona de guerra y buscaba desesperadamente a ese hombre del que se despidió con tanto dolor.  

Él quedó acorralado entre el humo y el calor de los cuerpos. Cuerpos que empezaban a enfriarme entre el olor a plomo, sangre y destrucción. Cayó sobre sus rodillas, cansado y herido. Herido de tantas maneras. De todas las decisiones que tomó por no tener valor, por la ambición que le cegó el amor, la libertad. De estar aferrado a lo correcto que se vería para otros y no para sí mismo. Esperando por una última vez, ver a la mujer que tanto amó y a la que tanto destrozó. 

Y ahí la vio, en medio del humor y el caos. Parada frente a él. De un momento a otro, solo vio fuego y más humo, el ruido se hizo ensordecedor y no volvió a ver su imagen nunca más. 


18

Las ceremonias se realizaron en colectivo, habían sido tantos cuerpos levantados. Unos cuantos reconocidos y otros envueltos en mantas viejas que tuvieron que apilar en una sola fosa común. Reconocido o no, muerto era por seguro. Ese fue un día llena de llanto y silencio. La alcaldía no podría recuperarse de los daños en muchos años y el ánimo del pueblo no podía verse reflejado en el destrozo de sus calles y casas, se veía en el rostro de la gente, la que quedó para contarlo y sufrirlo.