jueves, diciembre 27, 2018

Mis cartas a Valladares (11, 12, 13, 14)

11


Celestina y Valladares se encontraron tantas veces en el lapso de 10 años. Nunca lo llamó "Osvaldo" porque no le gustaba su nombre, para ella siempre fue "Valladares". En cambio él, siempre le llamó "Celestina", porque no habría otra. Si bien era un nombre común de la época pero, pocas personas tendrían ese. En el pueblo, ubicado en el sur de aquel país, sobresalían muchas "Guillerminas", "Genovevas", "Claras", "Marías", "Olivias" pero, Celestina sólo había una. 

Dentro de esos 10 años, Valladares formó parte del ejército, se casó con Alfonsina y luego, tuvieron un hijo. Celestina, desecha por esas decisiones se cerró al amor, pero, como toda tonta enamorada caía en los enredos de Valladares. Usaban el mismo punto de encuentro, hasta que Celestina se cansó de ser aquella mujer que tenía que recorrer kilómetros para encontrarse con el amor de su vida y, así fue como los últimos encuentros entre ellos fueron guerras en las que ella tenía mucho que perder, 10 años de su vida desperdiciados en un hombre. Y esa última vez, en las que ella le dijo adiós mientras sufría un conflicto en su interior, lo dijo con todo el corazón. Lo sufrió tanto que decidió quemar todas sus cartas pasadas, romper las que iban llegando y postergando visitas entre los Valladares y su familia.  Lo sufría con la voluntad puesta en no volverlo a ver. 

Pasado el tiempo, conoció a Rafael, quien recién llegaba al pueblo. Había heredado unas cuantas hectáreas cerca de la hacienda de Celestina. Al principio, ella no estaba interesada pero, había tanto de él que solía ser diferente a Valladares que decidió darle una oportunidad. Rafael, a pesar de su indecisión y de sufrir un ataque de nervios cada vez que veía a Celestina, se plantó en la sala de estar frente a la familia de Celestina, habló formalmente y pidió la mano de la muchacha, quien no se pudo negar a la propuesta de matrimonio. Todo parecía tomar su lugar cuando días después la guerra llega a las haciendas. 


12


Explosiones, saqueos, violaciones, redadas y miedos. Fueron muchas semanas de ciclos que se repetían: explosiones, saqueos, violaciones, redadas y miedos. Una vez. Tantas veces. Candelaria había organizado a los peones de la hacienda para que se refugiaran con sus familias en ella. Nadie salía de los terrenos y obedecían al toque de queda de los militares. 

Fue una noche cuando irrumpieron disparos cerca de la casa, cuando todos encendieron lámparas y antorchas para visualizar la escena. Varios militares habían capturado a un vagabundo y toda la familia, mas los peones y los militares se encontraron en el patio trasero, rodeando al vagabundo mientras este suplicaba por su vida. Ahí fue cuando Valladares encabezó la redada y por primera vez en mucho tiempo se reencontró con ella. Esas pocas miradas que tienen mucho qué decirse pero, el tiempo se acabó. 


13


Estimada Doña Manuela:


Lamentamos informarle que su hija Celestina ha fallecido en una de las explosiones acaecidas en la carretera, a cinco kilómetros del maizal. No sabemos exactamente el por qué se encontraba ahí pero la alcanzó la explosión y su cuerpo fue lanzado a unos cuantos metros de ahí. 

Lamentamos terriblemente informarle de esta manera y esperamos que pueda visitarnos para reconocer el cuerpo de su apreciada hija. La cual hemos reconocido por un collar que llevar su nombre. 


Atentamente,
Municipio de San Marcos
Fiscalía General del Departamento de Choluteca




14


Querido Valladares:


¿Te acuerdas de aquellos caminos que tantas veces cruzamos para vernos? Tantos secretos que escondimos entre la tierra y el maíz. Se me hacía eterno el trayecto a ti, que desgasté mis zapatos de tanto correr. Al verte, sentía que muchas emociones se sobreponían entre ellas, una sobre otra, porque todas querían tomar lugar en mi pecho y justo cuando te tenía enfrente no sentía mas que paz. Dime, ¿cómo sientes amor si estando frente a la persona amada no entras en conflicto? Siempre es antes o después. Todo ese huracán de emociones, ese pleito entre ellas por aparecer se desvanece cuando estoy frente a ti. Me pregunto si eso eres, mi paz. Después de verte todas ellas cambian de orden pero siempre es una sobre otra. Qué conflictivo es esto, esto de amarte y preguntarme si realmente lo hago. ¿No se supone que el amor es una combinación de muchas locuras y riesgos que uno no piensa tomar porque ya está decidido?


Con amor, 
Celestina. 


viernes, diciembre 21, 2018

Mis cartas a Valladares (7 8, 9, 10)

7


Celestina:

Las cosas son diferentes ahora, lamento mucho no haber respondido tu primera carta, fue una descortesía y me disculpo sinceramente. La verdad es que no suelo hablar mucho, por lo cual considero que escribirnos será de mucha ayuda para comunicarnos. Debo admitir que, admiro la valentía que has tenido para iniciar la conversación, incluso cuando no te dirigí la palabra ese domingo en la iglesia. Desearía tener un poco de lo que tú tienes, a mí siempre me gana la timidez. 

Espero podamos vernos pronto y tomar el té. 


Con aprecio, 
Osvaldo Valladares.



Al borde de la locura, Celestina celebraba el hecho de haber obtenido una respuesta. Guardó esa carta secretamente y no compartió con nadie su dicha, aunque se le podía ver más contenta que de costumbre.  




8

Quién diría que lo que empezó como una inocente ilusión terminara en semejante desgracia. Se habían encontrado cientos de muertos cuando sucedió el golpe de Estado y con ella, personas que no volvieron a ser las mismas. Sí, como lo dijeron en la radio, nadie volvió a ser el mismo. Entiéndase desde ahora que lo que puede ocurrir más adelante no es lo que puede ser ahora, o al menos, no lo que usted entiende que puede ser. 


9

Querido Valladares, 


Espero que te encuentres bien, he querido mandarte esta carta para decirte que me he enterado de tu compromiso. Me da mucho gusto que al fin hayas encontrado a alguien que te dé esa felicidad que tanto has anhelado. Dado ciertos inconvenientes en mi vida familiar, no podré estar presente en la fiesta de compromiso, a la que tus padres muy amablemente nos han invitado, a mis familiares y a mí. 

Esperaba, al menos, enterarme de tu propio puño y letra. En cambio, recibo siempre la verdad de donde menos lo espero. 


Celestina.



10


Querida Celestina:


En lo que respecta a nuestra última taza de té, debo decir que me ha resultado gratificante tu compañía. Nunca había hablado tanto con alguien que no fuera parte de mi familia, como mis hermanos y hermanas. 

Sobre mi viaje, tengo que informarte que regresaré a la hacienda cada seis meses pero, podremos escribirnos como siempre. Te contaré todo lo que me vaya pasando y será de mucha ayuda recibir cartas tuyas. Serás mi escrita compañía en este internado. 

Cuéntame siempre lo que vaya pasando contigo, lo que piensas y lo que sientes. Siempre esperaré una carta tuya.


Esperando tu respuesta,
O. Valladares.










jueves, diciembre 13, 2018

Mis cartas a Valladares (4, 5, 6)

4

Querido Valladares:


He de suponer que la falta de una respuesta es por tu falta de tiempo y lamento mucho el habértelo quitado con cosas tan triviales. Supe que te dedicarás a la milicia como tu padre, me alegra si eso es lo que quieres. Será un honor para tu familia que se mantenga tan alto oficio.

En fin, mis mejores deseos para ti. 


Con aprecio,
Celestina.


Una carta que nunca se envió.



5

"El actual presidente ha declarado que la casilla impuesta en cada uno de los centros de votación han sido a modo de encuesta. Puesto que la Constitución declara que ningún presidente de la nación puede reelegirse pasando su mandato que cuatro años, que como ciudadanos nosotros sabemos...". Se escuchaba en la radio, muy a lo lejos mientras Celestina desgranaba la mazorca que tenía en las manos. De repente escuchó un llanto y se levantó para saber qué sucedía, Lourdes se había caído por culpa de Noé. Ya, ya, Lula. Decía con voz cariñosa mientras estaba limpiando las rodillas de Lourdes, levantó la mirada y vio a Noé escondiéndose detrás de un árbol de mango. Le dijo a Lourdes que fuera a buscar a su hermana mayor. Caminó hacia el árbol y vio a Noé parado tapándose la cara porque el niño sabía que lo iban a regañar.  

Celestina le preguntó, ¿Por qué has golpeado a tu hermana, Noé?, sus manos acomodaban la ropa de Noé que por jugar, estaba sucia y la camisa arrugada. Noé vió a su abuela con las manos entreabiertas y los ojos llorosos. Mi hermana dice que está enamorada de un amigo mío y ella todavía está muy chiquita para decir esas cosas...

¡Oye, estás muy pequeña para esas cosas! Tina, los muchachos son cosas del diablo. Es una tentación y tú sabrás si pasas por pecadora o por inmaculada. Además, muchacha, tú ya habías dicho que querías ser monja. Decía, Candelaria, la ama de llaves de la familia, la cual también era partera, yerbatera y nana de todas las niñas de la familia. De complexión robusta, canosa por toda la faena de su vida y a pesar de todos los golpes que le dio la vida, tenía una inmensa sonrisa y amor para dar a cada uno de los miembros de la familia y a los trabajadores, quienes la veían como su portavoz cada vez que tenían problemas con el hacendado. Aunque sabía que lo que le estaba diciendo a Celestina fuera una exageración, la ingenuidad de la muchacha era suficiente para que borrara sus ideas platónicas y se enfocara en el camino religioso. 

Celestina mantenía una expresión de horror cuando Candelaria empezó a explicarle todos los porqués de no ilusionarse con Valladares. Puesto que al no recibir una respuesta de su primera carta, estaba decidida a enfrentarlo para darle un principio a lo que creía que sería una buena idea. Confesarle lo que piensa y siente. Sentía que el corazón se le hacía añicos al mismo tiempo que daba espacio a la razón de todos los porqués de Candelaria. Hasta ese entonces, tuvo que enfrentarse a la lucha de poderes, la razón contra el corazón. Y vaya usted a saber qué drama suscitó después de esa noche. 



6

Pensé que después de todo no vendrías. Pensé que en serio me dejarías esperándote porque me gritaste que esa sería la última vez que te vería la cara de tonta. ¿Por qué atendiste a mi última carta, Celestina? 

En aquel arroyo, donde nacían las aguas que abastecía a la hacienda de Valladares, Celestina llegó con el corazón pulsándole en la cabeza. El aire que lograba respirar parecía denso dentro de su pecho y sólo pudo decir: Porque a pesar de que lo veo todo tan claro, parece que me dura el capricho de quedarme. Estoy tan enojada contigo, conmigo y con Dios. Si un día me hubieran dicho que este sería mi destino, hubiera rogado de rodillas que me mandaran al convento desde el primer día que te vi. Él sólo se quedó parado a orillas del arroyo mientras veía el rostro sudado, compungido y esa mirada feroz que le reprochaban los ojos cristalinos de Celestina. De amor, de dolor y de muchas cosas, tan ambivalentes entre ellas y sin embargo, ella estaba ahí. 

La verdad es que sí te quiero. Caminó hacia ella pero, sólo encontraba negación en su rostro, para lo que ella dijo: Osvaldo, considera esta la última mirada que te han de dar mis ojos, estos ojos que no se cansaban de verte. Estos que te han llorado por tantos años y recuerda muy bien, que en esta vida no volverás a encontrar a alguien que te haya esperado tanto como yo, en el silencio de nuestras tierras y en el ruido de la gente... 
Te juro por la fe que tanto le guardé a Dios, que no volverás a cruzarte en mi camino, Valladares. 

   

sábado, diciembre 08, 2018

Mis cartas a Valladares (3)



"Querido Valladares: 

Acabo de pensar en lo mucho que no compartimos, esa mañana de domingo en la que no nos dijimos nada y aunque fue un medida de tiempo lo que Dios nos permitió compartir, estoy agradecida. Agradezco tu existencia en tal medida de haberle encontrado a la vida una razón para vivir. 

Todas esas historias que me he inventado han sido gracias a ti. El espantapájaros en el campo se ha vuelto un juego de niñas desde que te vi ese día en la iglesia. Pareciera, me atrevo a deducir, que lo nuestro era cuestión divina."

Celestina escribía cada tarde para luego romper las cartas. Cada una le sonaba peor que la anterior, una más romántica u otra más cortés. Ella quería ser de muchas formas en una sola hoja, quería soltar el pañuelo al aire con la esperanza de que nunca se supiera o quería manejarlo con estricto control mientras los ojos le pidieran a gritos un asomo de verdad. Hacerse notar sin siquiera intentarlo. 

Unos días despertaba con la idea firme de no darle más rienda suelta a su imaginación. Otros días imaginaba que el sol brillaba porque existía Valladares. Dentro de ese amor platónico se escondía una tragedia personal de dicha y desdicha. Una negación que debía ser aceptada pero, prefería ahogarla en el pecho, como cualquier otra planta que hubiese sembrado sobre la tierra.

"Querido Valladares:

Dando por entendido de antemano, espero que sus familiares se encuentren con buena salud..."

Levantaba la hoja y la arrugaba por completo en plena frustración. Volvía a intentarlo con la esperanza de no sonar como su madre cuando quería invitar a las vecinas a la hacienda. O como su padre cuando organizaba juntas de trabajo que terminaban en borracheras irrecordables. Tampoco quería hacerle una invitación relacionada con la iglesia, qué pensaría Dios de ella si usara su nombre para propósitos paganos. Decidió escribir una carta para hacerle pasar una tarde agradable a tomar el té. Porque aún con el calor infernal, siempre habría espacio para una taza formidable de té que "aclimatara" el cuerpo. Tal vez, podría apaciguar las aguas de sus propios pensamientos.  

"Estimado Valladares:

Esperando que goce de buena salud, me tomo el atrevimiento de invitarlo a pasar una agradable convivencia en San Marcos para tomar el té y hacernos compañía. 

Saludos, 
Celestina.  

jueves, diciembre 06, 2018

Mis cartas a Valladares (2)

Sonaban las campanas en domingo, la misa de las siete de la mañana estaba por empezar y Doña Manuela se encontraba en la primera banca, como siempre, en silencio y volteando a ver a sus hijas con esos ojos, ojos en los que el mismo diablo se reflejaba en la casa de Dios, cada vez que empezaban a reír entre sus cuchicheos. De mala cara estaban Antonia, Blanca y Celestina, con vestidos largos de tela clara y ligera hasta los tobillos, un par de guantes, sombreros y zapatos de tacón bajo. Todas adolescentes, Celestina era la mayor con 16 años, era alta, delgada, con el cabello ondulado, castaño claro y largo; Antonia tenía 15 años, era morena clara con el cabello marrón oscuro, ondulado y largo, era delgada igual que su hermana pero, era más baja y Blanca, con 13 años, con el cabello castaño casi dorado, largo y trenzado, de piel más blanca que sus hermanas. Y como en todo pueblo, no faltaban los abanicos de madera. Tampoco faltaban las miradas del juicio final entre las señoras del pueblo y la sonrisa de cortesía antes de que empezara la misa.

¿Cómo podría olvidar nuestra Celestina esa misa del domingo? Cuando conoció a Coronel Dionisio Valladares II, a su esposa Martha y a sus hijos: Julio y Osvaldo Valladares. Ese día tuvo un punto de no retorno y en su momento no sabía si rezar con más esmero o dejar entrar al diablo por la ventana. Lo había fotografiado tan bien en su memoria que si le hubiesen preguntado, contestaba si el muchacho tenía pecas o lunares y, para ella, todos esos atributos eran la perfección. Recordaba que habían estado fuera de la iglesia, parados uno junto al otro sin decirse nada. Y como hubiese deseado poder decir algo pero, lo único que se le ocurrió fue un Ave María mientras volteaba a verse los zapatos. Y el muchacho parecía un tronco, tal cual maniquí. 

Celestina, expectante de algún comentario climático o religioso, no le quedó más que ser cortés e intentar una despedida lejana, casi muda al joven Osvaldo. Deseaba voltear hacia atrás pero, no quería llevarse la desilusión de ver a la nada, esa nada con cuerpo y nombre. Osvaldo Valladares. 

Todo el camino a casa en silencio, como si hubiera descubierto una verdad que no andaba buscando. Como le hizo sentir miles de cosas en el pecho. Confusión y duda. Sólo tenía 16 años y al único hombre que veía como esposo era ese espantapájaros en medio del maizal, siempre crucificado e inmutable, dejando correr la imaginación de ponerle nombre y apellido, nada más... Nada menos. Desde ese día el espantapájaros no tuvo la misma visita de parte de Celestina, que sólo se mantuvo apoyada en él, pensando en el infinito, pensando en el silencio de Valladares. Qué preciosos momentos había vivido en su imaginación, al menos en ella un espantapájaros tenía más conversación que el heredero de la hacienda vecina. 



     

miércoles, diciembre 05, 2018

Mis Cartas a Valladares (1): Celestina

Celestina



Caminando iba sobre la terracería, mientras a lo lejos escuchaba los impactos de pistolas y cañones. Arrastraba los pies como quien cargara la muerte en sus hombros, la muerte de muchos, de todos aquellos que ya habían caído, pero, sólo se acordaba de uno y le pesaba tanto, porque le pesaba en el corazón. La llegada al pueblo parecía eterna, entre sudor y pena se lamentaba esa última carta que no obtuvo respuesta, esa última del adiós. 

¡Abuelita Tina! Hemos llegado sanos y salvos. Decía Rosario mientras entraba a la casa seguida de sus cuatro hijos, una muchacha de ayuda y de su esposo. Doña Tina corría a su propio paso para llegar a su encuentro y juntaba las manos como quien alzaba una plegaria al cielo. Una señora alta, delgada, de piel bronceada por trabajar en el campo, sonreía desde lejos viendo a su hija pasar por el umbral de la casa. Celestina sonreía marcando las arrugas de su cara y extendiendo sus brazos por aquella hija que le dejó el tiempo. ¡Llegaron temprano! Apenas estaba cortando la leña para el almuerzo. Se limpió las manos con el mandil y abrazó a Rosario, la observó de pies a cabeza mientras se alejaba de ella y le decía: Hay que comer más. Te ves muy delgada. Abrazó a sus cuatro nietos: Andrea, Lourdes, Héctor y Noé. Todos parecidos a su padre y lamentaba el parentesco. Saludó extendiendo su mano a su yerno Francisco y los invitó a pasar, para que cada quien eligiera su habitación; las niñas siempre con las niñas, los niños con los niños y el matrimonio aparte. 

Alrededor de esa casa se podían escuchar gallinas, pollitos, gallos, vacas, perros, gatos, gansos, pavo reales, loros, canarios, caballos y cerdos. Una hacienda alejada del pueblo, con suficiente tierra para dar empleo, comida y dinero. En catorce héctareas sembraba maíz, caña, tomate, lechuga, cebolla, rábano, papa, calabaza, chiles, pataste (chayote), remolacha, tabaco, yuca y frijoles. Después de tantos años, se había dedicado a la apicultura, lácteos y a sembrar plantas medicinales. Todo lo cosechado y elaborado en esa finca se iba al mercado del pueblo para su venta. Todo eso heredado de su esposo Rafael, quien murió de anciano, aunque también se le atribuyó al cigarro. Cosa que Celestina siempre odió porque Rafael era quien sembraba el tabaco, pero, prefería fumar cigarrillos porque en aquel entonces, era lo que estaba de moda cada vez que iban a la capital.

Así que después de su muerte, a Celestina se le hizo más fácil ponerse a trabajar como una más del campo, ocuparse de sus nietos y la venta de todo lo que se cosechaba en su hacienda que lidiar con las penas que le había impuesto la vida. No sabía si era castigo pero, lo aceptaba callada. Ni una sola queja de aquellos años, ni los de ahora. Tenía mucho que hacer y de tanto tragarse las cosas, se le fueron hundiendo los ojos de tristeza. Se le empezaron a hundir desde que conoció a Valladares. 

Tripas del 2014

Cuando escuchas a una persona que quiere argumentar contigo (y si de antemano pensabas que era un imbécil) porque quiere ponerse de víctima, quiere señalarte con el dedo, quiere excusar sus faltas y hacer como que no pasó nada pero sus pretextos son tan predecibles, descabellados y ni siquiera deberían de tener una razón de ser. Eso es una demostración de imbecilidad dos niveles más avanzada. Poner a terceros como excusa para estar pendiente de tu vida (porque le faltan pantalones, como siempre) pero en realidad "no le interesas". Que te hizo daño (debo decir que fue mutuo y no me siento orgullosa de ello) ahora excusándose porque "YOLO", porque "siempre hay una primera vez,  porque "ya sabías que yo era un pendejo", "conocías mi inmadurez" además, de que a todo eso se le llama Amor. Todo eso me hace sentir que cometí un gran error, uno de tan enorme magnitud que no quiero repetir y no le desearía ni a mi peor enemiga, que se encontrara con un (ni siquiera le puedo llamar hombre) espécimen que a duras penas llega a la peor basura del mundo . Y lo más increíble es que siga diciendo que me quiere y que me desea el bien. ¡¡¡CHINGA TU MADRE!!! porque ¡YOLO, PUTO! No siento odio, pero que la idiotez evolucione es una aberración a la vida, al mundo. No puedo creer que una persona no aprenda las lecciones que le pone la vida y siga creyendo que es lo más chingón de la creación cuando sigue siendo un pendejo sin oficio ni beneficio.